Sorolla pintó sus velas hace tiempo y no se ponen viejas
Cada vez que veo un velero pasar cerca de la costa, aquí donde vivo, al otro lado del Atlántico conecto inmediatamente con las velas de Sorolla en la costa levantina. Las pintó hace tiempo y no se ponen viejas. Todas son bellas, las que navegan y hasta las varadas; pero el pequeño Balandrino “The Little Yatch” parece pintada hoy. El niño jugando con el velero en el mar ajeno al mundo y a lo que sucede en su alrededor; mientras descubre el rumbo del viento que hincha las velas y mantendrá firme a su velero. Como en la vida misma.
SUS PLAYAS SIGUEN INSPIRANDO…..Si no has visto una playa de Sorolla cuando la veas quieres estar en ese mundo donde existe el romanticismo por el mar en otra dimensión que no es ilusión pero tampoco es realidad. Es algo de ayer que sigue en el viento. Las playas del Mar Mediterráneo que pintó Sorolla provocan deseos de pasear por la orilla del mar, así, vestida de blanco o con una bata rosa, como sus modelos.
El mismo, el pintor, vestido con traje y sombrero y su caballete se sentaba a la orilla del mar a pintar. Era pisciano y el mar ejercía una atracción poderosa en él. La costa levantina entró en su alma y como entró salió en pinceladas que dieron vida a las mujeres, a los niños y a los hombres que la habitaban. Sus hijos, en especial Elenita fueron sus modelos.
“Nos vamos de vacaciones al mar”, las hermanitas en la orilla del mar, con pañuelos en la cabeza, “Elenita en la playa”, una de mis favoritas porque Elenita, con zapatos, está que se desborda de alegría por ver las olas; pero no se atreve, es chiquita. En ese mar de Valencia se hizo una mujer libre pensadora.
En su mar de placer y mujeres elegantes, también pintó escena de de las pescadoras de Valencia.
Cuando veo las obras de los niños de Sorolla jugando felices en el mar, me recuerdo que el mismo pintor a los dos años de edad quedó huérfano cuando sus padres murieron víctimas de una epidemia de cólera en España. La vida le dio una gran familia, sus hijos Elena, María y Joaquín y a su esposa Clotilde. Un amor abrazado por el mar de Valencia que dejó testimonio en sus obras.