Qué habanero no ha cruzado la bahía en lancha para llegar hasta el santuario de Nuestra Señora de Regla, quién no ha tirado en el trayecto monedas que se confunden con la espuma del mar al pedir un deseo, quién no ha llevado con devoción ofrendas hasta su altar.
De cara a la Bahía de La Habana, salpicada por las aguas del mar, se erige su ermita, de muros blancos y campanario color terracota, que abre sus puertas azules a todos los feligreses y visitantes que la adoran como Virgen de Regla o Yemayá. El olor a flores frescas y el aroma de las velas no borran las huellas del salitre. En el centro del altar mayor custodiada por ángeles está nuestra virgen negra con su hijo en brazos, con un atuendo de encaje blanco y cubierta por un manto azul.
Madre sagrada, reina del mar, protectora de la travesía y el viaje, inspiradora de nuestros más puros sentimientos de maternidad. En su reino viven los barcos, los peces, las conchas, los corales, la luna llena, las sirenas y las estrellas.
Año tras año, día tras día, cubanas y cubanos llegan a Regla como lugar de peregrinación. En la lanchita se funden las razas, los credos, las edades, los géneros. Las miradas se cruzan con complicidad. Algunos viajan de regreso a sus casas, muy pocos van de visita a la ciudad, la mayoría ha tomado esta ruta en busca del milagro.
Una y otra vez crucé y seguiré cruzando la bahía. Allí está el santuario pero el misterio lo llevamos muy dentro donde quiera que estemos. En cada ola está ella.
Frente al mar en cada agua cristalina o turbulenta la reverencio. Y cuando no hay mar viajo al infinito y lo imagino, mi cuerpo se convierte en bote y mi alma una gota de agua. El azul está dentro de mí como ella.
En la religiosidad popular Ochún y Yemayá son hermanas, el río desemboca en el mar.
En Cuba, la Virgen de Regla es la patrona de los marinos y del pueblo que lleva su nombre, uno de los municipios de la ciudad de La Habana. Ella es venerada por católicos y practicantes de las religiones afrocubanas. Su presencia ha trascendido en el arte cubano contemporáneo, muchos creadores la han representado desde sus disímiles poéticas.
La Virgen de Regla es una de las advocaciones de la Virgen María.
O madre de las aguas!. Grande es tu poder, tu fuerza y tu luz, grande es tu amor por tus hijos como lo es la sabiduría con que gobiernas desde todos los océanos y mares!
La devoción por la Virgen María, impregnada de la impronta renacentista europea, más que la pasión por un Cristo redentor y salvador, se asentó con especial energía en América Latina, portando en cada país, pueblo u hogar, disímiles rostros: la Caridad del Cobre y la Virgen de Regla en Cuba, la Virgen de Guadalupe en México, Nuestra Señora Aparecida en Brasil. Esas deidades, que tuvieron impresionantes choques étnico-culturales con aportes africanos, asiáticos e indígenas, se transculturaron y perviven con disímiles identidades por la vastas y mágicas acciones del sincretismo.