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El guardian de las Sibilas de San Pedro en Buenos Aires

Hoy los invito a hacer una visita fascinante a la Parroquía San Pedro González Telmo que queda ubicada en el barrio más antiguo de Buenos Aires, allí se encuentran guardadas bajo llave las 12 Sibilas de San Pedro.

Debo reconocer que me encantan las iglesias porque cuentan la historia de las ciudades. Cuando fui a la Parroquia, tuve la suerte de conocer a Beto, a quien llamé el Guardian de las 12 Sibilas de San Pedro, el dice que las pinturas son el mejor secreto guardado de Buenos Aires. Verlas no es fácil y solo podrías conocerlas si consigues una visita guiada.

Hablar con Beto, “el guardian de las sibilas” es entrar en un laberinto de conocimiento, pero de ese conocimiento que viene de la experiencia y no de repetir textos como loro.

La Parroquia se empezó a erigir en 1734 en el antiguo y barrio de San Telmo, fue la segunda edificación religiosa construida por los Jesuitas en Buenos Aires. Sus paredes están llenas de historia.

¿A quién no le gusta disfrutar de anécdotas e historias contadas en primera persona de lugares históricos a los que pocas veces se tiene acceso? A mí me encanta.


Quienes eran las Sibilas?

Las Sibilas eran sacerdotisas que anunciaban presagios, entre ellos el nacimiento de Jesús.

Las nombres de las 12 Sibilas: Cumea, Helespóntica, Líbica, Cumana, Pérsica, Tiburtina, Frigia, Délfica, Rodia, Eritrea, Sambetea y Samia.

Cómo llegaron las pinturas de las Sibilas hasta la Parroquía de San Pedro?

No se sabe con seguridad como llegaron ahí, una hipótesis es que las trajeron los jesuitas, tampoco existe ninguna documentación que avale de donde vinieron.

En el 2005 durante un proceso de restauración apareció la hipótesis de su origen español, algo que ya venía diciendo el Padre Sanguinetti en sus investigaciones sobre la historia de la parroquia.

La pintura original de los marcos fue la que ayudó a descubrir que los óleos de todas las Sibilas tenían la misma “matriz” que estaba oculta bajo una pintura negra y un filete dorado.
Esto se empezó a usar durante el siglo XIX. Hay partes oscuras en las esquinas con otras jaspeadas, que imitan las vetas de la piedra. También se descubrió que diez de los cuadros son originales del siglo XVIII y dos se pintaron en el siglo XIX.

Siempre se creyó en dos posibles orígenes
Que fueron realizadas en un taller español o en uno andino o cuzqueño por su semejanza con los Ángeles Arcabuceros, pero al investigarlas con más detalle hay una diferencia abismal con los Ángeles Arcabuceros y es que su pintura es plana y las Sibilas están pintadas con movimiento.
Por otro lado el color rojo de la Sibila Pérsica no existía en esta parte del mundo en la época que se cree fueron pintadas.

Sibila Pérsica

No fue fácil conocer a las Sibilas, pero desde que supe de su existencia, insistí en conocerlas en persona. Un día acompañada de mi marido fuimos al museo, un señor llamado Beto nos abrió la puerta. Le pedimos verlas y se sorprendió que preguntáramos solamente por ellas porque son poco conocidas. Después de charlar un rato dijo con una sonrisa.

Bueno los llevo a ver las Sibilas, pero les cuento de forma muy sintáctica la historia, solo diez minutos porque tengo el museo abierto, esta es un visita que lleva una hora o un poco más y aparte de las sibilas se conocen otro lugares de la parroquia como la torre”.

Beto invitó a todos los que estaban ese día allí a unirse a la visita de las Sibilas, cerró el museo.

Voy a hacer una pequeña visita a las Sibilas, que están en la sacristía, muy poca gente sabe que son o de que se trata, los invito a visitarlas con nosotros” .

Tomó las llaves y entramos a la sacristía por una puerta doble, desde el museo esa puerta se ve alta y de color madera verde, pero del otro lado la puerta es más pequeña y de vidrio.

Una vez que traspasamos esa puerta, la luz tenue me hizo entrecerrar los ojos un poco, hasta acostumbrarme a esa especie de penumbra e inmediatamente las vi, las estrellas del lugar estaban colgadas en las paredes a altura a la que nadie llega y se las puede observar desde todos lados.

Beto con una calidez excepcional y un brillo en los ojos que mostraba su pasión por lo que relataba, nos contó que “Las doce Sibilas de San Pedro” son el secreto mejor guardado de Buenos Aires.

Me sorprendió al contarnos que viene mucha gente desde Europa para verlas y que últimamente la gente se vuelca solo a sacar fotos y no a escuchar su historia, esto no me sorprendió.


Son una reliquia y poca gente en Argentina sabe sobre su existencia

Están en este lugar desde siempre, no hay conocimiento cierto de cómo llegaron ahí y tampoco se entiende como sobrevivieron a las Invasiones Inglesas, ya que la sacristía fue usada como hospital para atender a los heridos de ambos ejércitos.

La sibilas me regalaron conocer a Beto, Gilberto Ferreira Benítez quien es un libro abierto digno de conocer, se me pasó el tiempo sin darme cuenta cuando charlamos.

Beto es parte de esta iglesia hace años, estuvo trabajando junto con el Padre Sanguinetti, anteriormente mencionado, este padre también fue historiador y de él aprendió mucho de lo que sabe.

“si las miras atentamente puedes observar que cada cuadro tiene el mismo tamaño y que consta de tres partes, una imagen principal, debajo un ovalo con inscripciones y sobre la derecha o la izquierda hay dibujada una escena que explica lo que está escrito para las personas que no sabían leer”

BETO ES CONSIDERADO UNO DE LOS MAYORES PESEBRISTAS DE ARGENTINA

Además de cuidar las Sibilas, desde hace más de 40 años, Beto es un artista sacro, considerado uno de los mayores pesebristas de Argentina, presidente de la Hermandad del Santo Pesebre, constituida en 1955 en Buenos Aires, pero su accionar es internacional.
Da clases de armado de escenografías para belenes, además monta por pedido pesebres en instituciones públicas y privadas y ha participado de varias exposiciones.
Su sueño es armar un museo del pesebre, sería el primero en Suramérica.
Estudio en Florencia (Italia) allí se perfeccionó en bellas artes y restauración, y también ganó un concurso con un pesebre que armó usando retazos de gamuza que sacó de la basura y figuras de resina.

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